«Cuando en una reunión de Sí, para actividades del Día del Libro, se propuso la idea de escribir una serie de seis post, que se publicarían semanalmente, en los que cada miembro del equipo hablara sobre «sus libros», los que le han marcado, los que recomendaría, etc., con el objetivo de pudierais conocer un poco más al equipo Sí, inmediatamente acudió a mi mente, al más puro estilo de la madalena de Proust, una imagen: la casa de mis padres, mi habitación de pequeña, unas estanterías recién puestas por mi padre con el regalo de tres libros y un mensaje «poco a poco la irás llenando, te gustará, Anna». Mientras yo, de rodillas sobre el colchón de mi cama, seguía a mi padre con una mirada entre embobada y aterrada por aquella máquina, con un ruido infernal, que usaba para taladrar la pared. Después llegaron más libros y mi pasión por ellos, siempre en papel (no me gusta leer en formato digital, necesito el tacto de las páginas, de las tapas…). Actualmente vivo en un piso pequeño, lo que me ha llevado a tener que deshacerme de muchos libros, algunos los he regalado, otros donado a la biblioteca, y otros los presté y todavía no me han devuelto, posiblemente no vuelvan, porque los libros también eligen dónde quieren reposar y por cuánto tiempo.
Alrededor de los libros tengo algunos recuerdos imborrables: alguna foto de juventud escondida; una flor disecada, arrancada en las primaveras del Instituto, entre sus páginas; la servilleta de un bar con un teléfono marcando una página; algunas tardes de invierno en la librería Laie de Barcelona, combinando libros, café, amigos, amores y charlas. Cada vez que hago un viaje de vacaciones, en tren o avión, entro en la librería de la estación o del aeropuerto y me dejo llevar, sin mucha atención, esperando que mis ojos elijan un libro al azar que compraré sin saber exactamente cuándo lo leeré. Curiosamente siempre ha sido un acierto para el momento adecuado.».
Anna, ¿cómo te iniciaste con la lectura?
Pues, el primer libro que recuerdo que me entusiasmara fue El Club de los Siete Secretos, de la escritora inglesa Enid Blyton. Creo que tendría yo unos siete años y me quedé fascinada de los siete niños detectives y sus aventuras, la idea de pertenecer a un club, el valor de la amistad, los misterios que resolvían, y esos pasteles de carne que tanto les gustaban y que para mí eran incomprensibles porque en mi infancia, en España, los pasteles siempre eran dulces… Me gustaba leer por las noches, quedándome dormida con el libro encima, era como vivir una aventura al final del día.
¿Qué tipo de lectura prefieres?
En general me gusta la novela. Me atraen los personajes “creíbles” que tienen cosas que contar, en escenarios “fáciles” de imaginar. Tengo una gran facilidad para visualizar lo que leo o lo que oigo, por eso, la lectura consigue muchas veces trasladarme de forma inmediata a la época, el lugar y la vida de los personajes como si fueran parte de la mía. Un libro o un autor puede atraparte de tal manera que ocurra algo similar al enamoramiento: le robas horas al sueño, te descubres en un bar abstraída de la conversación de los amigos para viajar hasta sus páginas, y ansías tener un hueco libre para seguir leyendo. A mí me ha pasado muchas veces, por ejemplo, con Paul Auster, un día cayó en mis manos, de forma totalmente fortuita, Brooklyn Follies, la historia de un hombre que regresa a los escenarios de su infancia creyendo prepararse para el final y acaba descubriendo que solo es un nuevo principio. Me cautivó tanto la narrativa de Auster que durante un tiempo solo quería leer libros de él.
Sobre libros escritos en español…
dinos uno que te haya impactado.
Varios… ahora mismo diría El corazón helado, una preciosa novela de la escritora madrileña Almudena Grandes. El nombre es una paráfrasis de unos versos del poeta Antonio Machado “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. El corazón helado narra la historia de dos familias cuyos destinos se cruzaron en la Guerra Civil española y vuelven a hacerlo en la actualidad. Cuando lo terminé, estuve un tiempo sin poder leer otro libro, era como si los personajes me hubieran abducido. De alguna manera creo que, al igual que Raquel Fernández, también me enamoré de Álvaro Carrión.
¿alguno que no has podido acabar de leer?
Pues es curioso, ha habido alguno que ahora no recuerdo, pero no creo que sea tanto una cuestión del libro, sino del momento, de forzar la lectura porque es el libro de moda, del que todo el mundo habla, o figura en las listas de los imprescindibles de las grandes librerías. Creo que no elegimos un libro, sino que es el libro el que nos elige. Por eso, a veces he comprado un libro que se ha quedado en la estantería meses o incluso años, hasta que, de repente, un día, sin saber por qué, me apetece y es entonces cuando lo empiezo y hasta el final. Si entras en una librería y te dejas llevar, sin buscar… tu libro te encontrará.
¿cuál o cuáles recomendarías?
¡Uy! Hay muchos, resulta difícil elegir. Diría, aunque no soy amante de la poesía, El amor, las mujeres y la vida, del poeta uruguayo Mario Benedetti, que escribió, parece ser, en respuesta a El amor, las mujeres y la muerte de Schopenhauer. Es un libro que suelo tener cerca, a veces siento que lo “necesito”, entonces abro una página al azar y siempre encuentro algo que resuena conmigo, o con el momento en el que estoy.
También Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel, por su realismo mágico y la transmisión de las emociones en la cocina, a través de la comida. Como dice Tita, su protagonista: «Lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza, como quien dice se pica, y ya no puede parar», me siento tan identificada con ese momento…
Y ya, por último, ¿qué libro te han regalado y cuál has regalado este Sant Jordi?
Me han regalado Sira, de la escritora española María Dueñas. Todavía no lo he empezado, pero me atrae. Es la continuación de su primer y más famoso libro El tiempo entre costuras, en el que Sira ejercía de modista y espía durante el franquismo y la Segunda Guerra Mundial.
Y he regalado Transbordo en Moscú, el último libro del escritor barcelonés Eduardo Mendoza. Es el tercero de una trilogía que cuenta las aventuras de su protagonista Rufo Batalla, personaje que parece tener bastante de autobiográfico.